Voy a empezar a hacer lo que quiero.
La verdad es que siempre pospongo cosas.
Y tengo excusas buenísimas.
El trabajo (y sí, trabajo muchas horas, es cierto).
El insomnio, que hace que en el día no tenga ganas de hacer nada.
Y, sobre todo, la pereza.
El trabajo es un gran amigo de la pereza, porque es la mejor excusa para decir: “Ya no quiero hacer nada”.
Y lo cierto es que, hasta cierto punto, es medio verdad.
El trabajo te deja con el cerebro fundido, con ganas de apagarlo y no pensar.
Pero si les soy honesta, es un círculo medio asqueroso.
A veces me veo trabajando más horas solo para no tener que hacer otra cosa.
Y cuando ya no puedo más, entonces “descanso”, pero sin ganas de nada.
Es chistoso, ¿no?
Me da pena pensar en mi yo adolescente, desvelada hasta las 3 a.m. viendo pelis de Lars von Trier o leyendo cosas súper rebuscadas en internet.
Pero al menos tenía una pasión.
Ahora me apasiona hacer dinero…
Para gastarlo en tener tiempo para hacer lo que me gusta.
Pero lo cierto es que termino sin hacer nada.
Solo me pudro en la cama porque, no sé… siento que de otra forma no lo merezco.
Y ya fui al psicólogo por burnout, jaja.
Entonces sé que tengo que ser más consciente y aceptar que la mayor persona que me impide hacer lo que quiero… soy yo misma.
No tengo hijos.
Ni siquiera mascotas.
Y hay muchas cosas que quiero hacer y pospongo.
Videos en YouTube, por ejemplo.
Y sigo… nadie los veta. O no sé qué decir.
Tal vez no siempre se trata de decir algo o tener un nicho.
Porque amo tantas cosas.
Pero si no empiezo, jamás descubriré en qué sí puedo hacer algo.
Quiero volver a amar hacer cosas.
No pasar mi vida frente a mi cuenta de trabajo de Instagram.
Quiero ver si en un año, después de hacer lo que quiero… mi vida es mejor.
En primer lugar: trabajar menos.
Bueno, todos queremos eso.
Le he dado muchísimo a un proyecto de trabajo personal que me ha dado muchas satisfacciones, pero sí ha sido una máquina de dinero donde yo soy la máquina, y ya me está pasando factura.
Sé que tengo que reenfocarme.
Parar.
Pensar.
Entonces eso es lo primero: reestructurar mi negocio.
No dejarlo, porque lo amo, pero sí renegociar cómo funciona esto.
Y tengo muchas ideas lindas por primera vez en mucho tiempo.
Algo que me emociona de verdad.
Y para llegar a esa claridad, creo que todo mi caos era necesario, así que lo abrazo.
Creo que el clima de lluvia casi diaria y tropical es terapéutico.
Me da paz y me deja pensar estas cosas.
Segundo: idiomas.
Soy profe de inglés y siempre he amado los idiomas.
De nuevo, burnout… pero sí quiero retomarlos, dejar de poner excusas (el trabajo) y poder avanzar poco a poco.
Así que quiero retomar dos idiomas:
Japonés.
Macedonio.
Francés.
Tengo mis razones.
Y tercero: leer.
Amo tanto leer y lo hago tan poco.
La verdad es que el cerebro cansado no quiere leer.
Pero creo que estoy en un momento de: ya tengo que obligarme a hacer lo que quiero.
Qué raro, ¿no?
Siempre nos obligamos a hacer lo que tenemos que…
Pero a veces se nos olvida cómo obligarnos a hacer lo que queremos.
Uff.
Ah, sí: un año de ejercicio.
Lo admito, es un trauma mío.
Pero bueno, igual lo abrazo.
También: renovar mi imagen.
Ya tengo 30.
Me quedan unos dos años de ser una “hot mamá”, jajaja.
No quiero que se me vayan en la tristeza.
Así que acá hay juventud aún.
Y más sabiduría, creo.
Quiero mandar al carajo lo que me hace mal.
Poco a poco.
Pero dejarlo.
Y ser feliz con lo verdadero.
Más plantitas.
Menos consumismo, pero sí un lugar que me haga feliz.
Que se sienta como mi hogar.
Poco a poco, volver.