27 jul 2022

July flame



July FlameI'm seeing fireworks
They're so beautiful
Tell me why it hurts

July Flame
Ashes of a secret heart
Falling in my lemonade

Unslakable thirsting in the backyard
Cuando escucho esa canción me invade un ola de nostalgia, me revuelca, me lleva a un pasado no muy lejano.
Cuando comenzó la pandemia no sabía cuánto cambiaría mi vida. Cuando nos dijeron que no podríamos salir de casa —cuando pensábamos que sería solo un mes o máximo dos— no contemplaba la transformación que estaba a la vuelta de la esquina.
Nunca he sido por completo lo que se dice “hábil” para vivir la vida. A lo largo de mi juventud he sufrido mucha ansiedad, depresión y ataques de pánico. Y sin embargo, por breves momentos, de vez en cuando, me sentía demasiado libre. 
Tan etérea y fugaz, incluso cuando me odiaba a mi misma.
Recuerdo mi juventud ya solo como un collage de imágenes.
Pareciera que soy viejísima ya, pero tengo 27 años.
Aunque ya no soy una niña, a veces siento que nunca he dejado atrás esas ansias de ser otra versión más cinematográfica de mi. A veces lo fui: cuando pase dos semanas en Corea, cuando me emborrachaba cada fin de semana en la Condesa. A pesar de todo era solo una niña que no sabía de qué se trataba la vida.
Es tan extraño.
Ya no tengo 19,20. Tengo un poco más de idea de lo que se trata la vida, pero porque no me queda más opción que irme ideando.
Estoy estudiando una maestría, jamás creí llegar tan lejos… aún recuerdo cuando en este blog escribí que comenzaría a estudiar letras. 
Pienso en lo que he vivido, en lo que dejé de vivir y en lo que elegí vivir.
Hace un mes salí a un club con una amiga. Todos los chicos me hablaban y me invitaron tragos. Me sentía de 19 otra vez, pero ahora tenía un esposo que me esperaba durmiendo en casa. Un hombre maravilloso; y pienso en todos los hombres  maravillosos que amé, por los que lloré, por los que sentía que mi corazón se hacía pedazos y por los que deseé y añoré tantas veces. Esos hombres por los que hasta crucé mares. Siento que esa es la única forma correcta de vivir: amar intensamente y locamente. Solo así, aunque a veces el miedo nos haga contenernos. 
Sin embargo hay algo de inmaduro en el amor loco e intenso, una inmadurez que a veces extraño: pero ahora miro hacia atrás con sensatez. Solo pienso que ha quedado tanto atrás, y en el fondo de mi mente suena una melodía que escuche por primera vez en mi adolescencia; cruda, hambrienta, terriblemente fría y femenina como un cadáver Lisbone: 
“Oh, baby, baby, it’s a wild world. I’ll always remember you like a child, girl”

I think what i miss most of my old version is that I had dreams and that I took so many things for granted, while others seemed unreachable.